domingo, 25 de junio de 2017

Fin de semana en Cazorla

Este viaje ha sido para la mamá, más que un viaje en el espacio, también un viaje en el tiempo, pues hemos ido a visitar a los lugares donde pasaba los veranos de su infancia, aunque de forma diferente, pues los abuelos, que son muy aventureros, con toda la familia (tios, primos, hermanos...) pasaban un mes entero en las tierras de Cazorla en la zona de acampada libre de los Llanos de Arance, lugar donde ahora hay un camping muy civilizado, pero en el que antes solo había una ducha para mujeres y otra para hombres, y ¡de agua fría!.

Nosotros, no nos hemos ido de camping, aunque de novios los papás sí que lo hicieron alguna vez, esta vez nos hemos alojado en unos apartamentos muy cerquita de Coto Ríos. Y estas han sido nuestras aventuras.

El primer día, nada más llegar, decidimos bajar a Cazorla (más de una hora de camino, vuelta atrás), para ir a las fiestas del pueblo, la Tragantía, en las que se conmemora la reconquista de la ciudad, en la que una princesa mora fue encerrada por su padre en una cueva para esconderla de los cristianos, y allí esta princesa se metamorfoseó en mitad lagarto, mitad mujer. Desde entonces vive en esa cueva y solo sale en las noches de San Juan.
La leyenda es muy interesante, pero de las fiestas no vimos nada de nada, solo gente que paseaba con un flotador pero que no sabíamos de dónde ni a dónde iban. Sin embargo, el viaje a Cazorla mereció la pena, tan solo por pasear por sus calles.

Plaza de la Corredera

Una fuente de la plaza

Vistas nocturnas del castillo

Ruinas de Santa María
Plaza de Santa María

Una fuente que sirvió de patios de juegos en la Plaza
A la vuelta de Cazorla a los apartamentos, vimos un montón de ciervos y gamos que por la noche se animan más a acercarse a la carretera.

 A la mañana siguiente fuimos a hacer un pequeño río, la Hoya del Membrillo, un recorrido que tantas veces la mamá recorrió de niña y que ahora lo hace con sus hijos. Se trata de subir un arroyo por su cauce, aunque el primer tramo puede hacerse por fuera, durante el ascenso hay bañarse en pozas de agua cristalina, pero, eso sí, fría fría fría. La dificultad es baja, aunque hay que darse un poco de maña. Al final se llega a una poza con una cascada, la llamada Hoya. En total, en el recorrido se tarda sobre una hora, aunque puedes tardar más si vas bañándote y saltando en las pozas.

Hay que caminar por una pista, unos cuatrocientos metros hasta llegar aquí.

Y nada más llegar... al agua patos!!

Vamos río arriba


Cuidado con no resbalarte

Esta poza tiene que ser a nado

Otra más

y aquí está la hoya
A saltar!!!

Y otro salto más

Antes de comer, seguimos de baño en baño, esta vez nos dirigimos al camping Llanos de Arance, antes de llegar a él nos encontramos con este puente y esta poza, donde los abuelos y los tíos abuelos jugaban al dominó, con las mesas y las sillas dentro del agua:




 Comimos en un bar de Coto Ríos (el único que estaba abierto) y después de comer, seguimos nuestra ruta de baños, esta vez en el mismo pueblo:


El día está dando de sí, pero aún queda, vamos a dar un paseo por el río Borosa, nuestra intención es llegar a la cerrada de Elias, pero no vamos a llegar a la parte más bonita porque por mucho que queramos alargar el día, la noche nos acaba alcanzando.
El camino comienza por una pista forestal

En el que vas a ir contemplando las pozas de aguas cristalinas

También se ve muy claramente los plegamientos de la tierra

A unos cinco kilómetros te desvías de la pista a la izquierda y entras en la cerrada de Elias, espectacular.

 Tuvimos que volvernos antes de llegar a un bonito paso en la cerrada hecho de madera, la noche acechaba, pero no importa, siempre hay que tener un motivo para volver.

Cenamos en el quiosco del río Borosa, donde pudimos ver unos jabalíes que se acercaron a por comida. Es una lástima, porque el ser humano no se da cuenta que alimentado a los animales está acabando con sus instintos y haciéndoles dependientes del capricho de los humanos.


Al día siguiente, día de vuelta, visitamos en las Navas de San Pedro el centro de Cría del Quebrantahuesos, de la fundación Gypaetus, donde el tito Antonio está realizando sus prácticas del máster. Fue una visita muy interesante, donde aprendimos por ejemplo que el quebrantahuesos es monógamo, o que el macho o la hembra dominante se embadurna de barro para mostrar su poder a los demás.
En esta página podéis encontrar información:
http://www.gypaetus.org/


Después comimos en el bar del Cabrero, un restaurante totalmente aislado, de difícil acceso, pero con una comida deliciosa y totalmente ecológica, pues lo que cocinan proviene del huerto que tienen junto al bar.

Y después de comer, teníamos intención de bajar al puente de las Herrerías, pero...


El coche no tenía ganas de volver, así que lo dejamos en Cazorla y nosotros tuvimos que volver en taxi. Una aventura más. El conductor de la grúa nos llevó a un quiosco donde había más cobertura, y más tránsito de personas, allí nos recogería el taxi, que tardó más de cuatro horas en aparecer.

Al menos, mientras esperábamos que nos recogieran, pudimos pasear por la Cerrada del Utrero, un pequeño y precioso paseo de un kilómetro.



Un habitante de la Cerrada