Esto
de saber los turnos de trabajo de papá con antelación, es todo un
lujo, por fin podemos hacer planes con tiempo y viajar a donde
queremos y no solo a donde hay sitio (dentro de nuestras
posibilidades económicas, claro). Así
que, sabiendo casi un mes antes que podíamos viajar en Semana Santa,
nos lanzamos a planificar un viaje a Marruecos, nuestra primera
incursión a este país del que tan solo nos separa una hora y media
de barco.
Como
era la primera vez que viajábamos aquí, tras escuchar miles de
consejos (algunos resultaron buenos y otros malos), y tras sopesar
pros y contras, decidimos contratar un tour con todo organizado, es
la primera vez que lo hacemos y la impresión no ha sido muy buena.
El
primer día tiene poco que contar, llegamos a las 9 para coger el
ferry a las 10 al puerto de Algeciras, donde nos recibieron dos
personas de la agencia para darnos la tarjeta de embarque y la ficha
que hay que rellenar y entregar en el barco a la policía cuando te
sellan el pasaporte.
El
primer problema llega cuando sabemos que el barco se retrasa dos
horas!!! Pero, por fin, nos vamos:
El barco otra odisea, porque hay que sellar el pasaporte y la cola para hacerlo es de más de media hora. Por suerte ninguno de nosotros se mareó, y el trayecto lo pasamos tranquilos. Al llegar, tenemos que subir a una lanzadera para ir a la entrada del puerto donde esperaba el autobús, pero...madre mía, el autobús no tenía parada y cada vez paraba en un sitio distinto, ya empezamos a entender lo diferente que es la cultura marroquí, pero por supuesto también sale a relucir la española en la que todos salimos corriendo en avalancha cuando llegaba el autobús.
Por fin llegamos a nuestro autobús, en el que nos esperaba nuestro guía, y madre mía qué autobús!!! Antiguo, sucio...hasta el guía nos dice que se ha quejado y que promete tener otro nuevo para el día siguiente. Subimos al bus y hacemos un hora de camino hasta parar en una gasolinera paramos a comer, es como una especie de restaurante de comida rápida, así que hay que hacer cola para pedir (tardamos más de una hora en hacer el pedido), y cola para recoger la comida. Otro problema fue el pago, pues casi nadie había cambiado ya que las agencias te recomiendan que lo hagas en el país, así que pagamos en euros, y nos cobraron haciendo cuentas de aquella manera.
El barco otra odisea, porque hay que sellar el pasaporte y la cola para hacerlo es de más de media hora. Por suerte ninguno de nosotros se mareó, y el trayecto lo pasamos tranquilos. Al llegar, tenemos que subir a una lanzadera para ir a la entrada del puerto donde esperaba el autobús, pero...madre mía, el autobús no tenía parada y cada vez paraba en un sitio distinto, ya empezamos a entender lo diferente que es la cultura marroquí, pero por supuesto también sale a relucir la española en la que todos salimos corriendo en avalancha cuando llegaba el autobús.
Por fin llegamos a nuestro autobús, en el que nos esperaba nuestro guía, y madre mía qué autobús!!! Antiguo, sucio...hasta el guía nos dice que se ha quejado y que promete tener otro nuevo para el día siguiente. Subimos al bus y hacemos un hora de camino hasta parar en una gasolinera paramos a comer, es como una especie de restaurante de comida rápida, así que hay que hacer cola para pedir (tardamos más de una hora en hacer el pedido), y cola para recoger la comida. Otro problema fue el pago, pues casi nadie había cambiado ya que las agencias te recomiendan que lo hagas en el país, así que pagamos en euros, y nos cobraron haciendo cuentas de aquella manera.
De
aquí al autobús, 400 km más para llegar a Fez, nuestro destino.
Aunque pasamos el día viajando, desde la ventanilla ya vimos cosas
que nos llamaron la atención. La gran cantidad de pastoreo que hay
en la zona, pastores con pocas ovejas, o con dos o tres vacas. Por
otro lado, había muchos niños, niños corriendo, un grupo haciendo
ejercicio en una torre de electricidad, y de vez en cuando una
especie de campos de fútbol con porterías echas con tres palos. Y
lo que era más llamativo, esos niños estaban en mitad de la nada,
lejos de cualquier casa, al menos no había ninguna dentro de mi
campo de visión. También
nos sorprendió ver muchos coches de lujo en la carretera (íbamos
por peaje), y en contraste hombres andando por los arcenes.
Llegamos
tarde al hotel, el hotel Sofía, situado en la parte nueva de Fez, de
cuatro estrellas, limpio, con bonitos salones, todo perfecto, hasta
que nos dan la cena, que no era muy buena. Bueno, con eso ya
contábamos. Por suerte, el hotel tiene una casa de cambio y por fin
conseguimos dírhams.
Al
día siguiente comienzan las visitas, la mañana la dedicamos a Fez.
Fez se divide en tres partes, la ciudad nueva, donde se sitúa el
hotel, del siglo XX, la ciudad donde se encuentra el palacio del rey,
del siglo XIV y la medina o casco antiguo del siglo XI, conservada
tal cual desde entonces. En autobús (por fin un autobús nuevo, más
moderno) llegamos a la ciudad del siglo XIV donde vemos la entrada al
castillo del Rey, una impresionante fachada conocida como las siete
puertas, con las puertas talladas a mano,un impresionante trabajo de
orfebrería. El palacio es el más grande de Marruecos con 80
hectáreas.
Parte de las murallas |
Las siete puertas |
Una de las puertas |
Otra
característica de esta zona, son sus edificios con balcones hacia
afuera, ya que lo típico de Marruecos es construir las casas hacia
el patio interior y no hacía la calle.
La calle con sus balcones |
Una entrada al zoco de esta zona |
Por
las calles ya vamos descubriendo rincones que nos van desvelando la
forma de vivir del país
Una barbería en activo |
La fachada de una tienda |
Una tienda de deliciosos frutos secos, donde degustamos unos dátiles deliciosos. |
Y
por fin visitamos al medina, había leído en muchos sitios que es
mejor visitar esta zona con un guía, pues las calles son un
laberinto y es fácil perderse, nosotros íbamos con guía, pero
desde luego creo que no debe ser la mejor opción. Nuestro grupo es
de unas cincuenta personas, así que voy a tratar de disculpar a
nuestro cicerone pues quizás tenía miedo de que nos perdiéramos,
pero visitamos el zoco muy rápido, sin poder parar a hablar o
regatear con los comerciantes, y en su lugar haciendo paradas muy
largas en distintas tiendas donde tendría algún acuerdo con los
dueños. Así que si volviésemos algún día, creo que o
intentaríamos ir por libre o buscaríamos un guía privado.
Aún
así, invitamos a todos a recorrer la medina, es una vuelta en el
tiempo y una oportunidad única para conocer el carácter de nuestros
vecinos de África. Las calles son estrechas e intrincadas y llenas
de vida y color. En cada calle se encuentra un oficio, los
tintoreros, los curtidores, la zona de comida, los plateros.
Entramos a la medina, por lo que nos dijeron que era la calle más estrecha de Fez:
En otro barrio, los cosméticos, y productos de parafarmacia, aquí entramos en una tienda donde una mujer molía semillas de argán para extraer manualmente el aceite:
Entramos a la medina, por lo que nos dijeron que era la calle más estrecha de Fez:
La medina tiene los barrios divididos por oficios, en este, por ejemplo solo encontramos productos de alimentación:
Otra es la zona de los tintoreros donde llenan de color los tejidos a mano, y donde encuentras las más bonitas sedas vegetales:
Otra es la plaza de los caldereros, que nosotros la encontramos muy desanimada, ya que al ser viernes estaban de oración, pero vimos tiendas con una preciosa artesanía de metal:
Y por supuesto, el barrio de los curtidores, donde curten el cuero a mano con un proceso muy laborioso, que hoy en día se ha simplificado algo por el uso de grandes lavadoras.
Además
pudimos ver, desde la puerta, la universidad más antigua de
Marruecos,y del mundo, que curiosamente fue fundada por una mujer Fatima al-Fihri en el año 859
y el mauseleo de Maulay Idris, donde se encuentra enterrado este rey:
Como fuimos en viernes, día de oración de la semana, también pudimos ver desde la puerta la zona de oración de la universidad.
No se puede visitar, pero pudimos ver algo desde la puerta que abrieron a nuestro paso |
y el mauseleo de Maulay Idris, donde se encuentra enterrado este rey:
Como fuimos en viernes, día de oración de la semana, también pudimos ver desde la puerta la zona de oración de la universidad.
Dos
cosas me llamaron poderosamente la atención, las fotos del rey
colocadas en todos los negocios, y la cantidad de niños que a media
mañana emergieron de todas partes intentando vendernos cualquier
baratija. Felices con una sonrisa, pero pidiendo un par de euros a
cada turista que veían pasar.
En
la tarde tuvimos tiempo libre, así que después de comer en el hotel
(la misma comida que nos dieron en la cena), y descansar un poco en
la habitación, decidimos dar un paseo por la zona del siglo XX. Lo
que encontramos fue una ciudad en ebullición, llena de ruido y vida,
con mucho ruido de coches, discusiones de los conductores. Cruzar la
calle es toda una aventura, no hay que tener miedo y cuando se ve el
momento menos peligroso lanzarte a andar entre los coches. Las calles
estaban llenas de mercadillos en los que venden de todo, relojes,
zapatos, dátiles...
Conductores de petits taxis discutiendo |
Un mercadillo de zapatos |
La mezquita más grande de la zona |
Por
fin nos sentamos un rato a descansar, a tomar un té marroquí y unos
zumos de naranja con unos deliciosos pastelitos árabes. Todo por 4,4
€. El nivel de vida de aquí es muy bajo, un marroquí con un
trabajo medio puede llegar a ganar unos 400 €, y hay que contar con
el alto índice de pobreza de la población. Esto nos hace ver una
nueva desventaja de este tour, pues nos llevan a sitios concertados
en los que nos hacen pagar más dinero de la cuenta por cualquier
cosa.
En
la noche, decidimos asistir a una fiesta de fantasía que organiza la
agencia, la simulación de una boda. Nos llevan a un palacio, en el
que nos reciben con música, y mientras cenamos no paran de aparecer
espectáculos, bailes tradicionales, la danza del vientre, un mago...
y al final, eligen a una chica y a un chico del público, los visten
de novios y a ella la suben a una especie de trono para levantarla y
mostrarla a los demás. la comida está regular, pero a cambio nos
dan vino hecho en Marruecos, pues aunque los marroquíes no pueden
beber alcohol, los franceses le dejaron como herencia el arte de
saber hacer vino, que fabrican para los turistas y la exportación (y
quizás para el que quiera beberlo en la intimidad de su casa)
De
la fiesta, me quedo con la poca profesionalidad de los camareros, que
pasan por mitad de los espectáculos, se hacen fotos con las
turistas, se ponen a bailar con nosotros, no es algo incómodo, de
nuevo aprendemos algo más de la cultura y carácter de la gente de
este país.
En la siguiente entrada nos dirigimos a Meknes y a Asilah.
Si quieres saber más de nuestro viaje a Marruecos pincha aquí:
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