Por un lado visitamos la Casa de la Música, se trata de un edificio moderno de diseño futurista, con formas cuadradas, rodeado de una zona ideal para los amantes del monopatín.
La casa de la música se sitúa frente a la rotonda de Boabista, una gran rotonda con un parque en su interior. Tomando una de las salidas de la rotonda, por la calle Julio Dinis, llegamos al llamado Palacio de Cristal, donde no vamos a encontrar ningún palacio, lo hubo pero ya no está en pie, sino unos preciosos jardines, desde donde además se contemplan unas bellas vistas, ideales para contemplar el atardecer o sentarse en el cesped a tomar un tentempié.
Por último, vamos a hablar de un crucero que realizamos por el Duero, el crucero fue de un día Duero arriba, lo interesante de esta excursión es poder ver los bancales donde se plantan los viñedos para hacer el vino portugués. La excursión duró todo un día, la ida la hicimos en barco y la vuelta en autobús. Sinceramente, nosotros no recomendamos para nada que lo hagáis, quizás en coche se puede hacer el mismo recorrido, y aunque no lo veáis desde el centro del río, el viaje se hará más ameno. En el barco nos sirvieron el desayuno y el almuerzo, pero se hace extremadamente aburrido, sobre todo si vas con niños. Nosotros no repetiríamos la experiencia. Hay otros cruceros más cortos, de una hora más o menos con los que podéis dar un paseo por el Duero, y aunque no llegaréis a ver la parte de los bancales, es más entretenido para los niños, y para los adultos.
La salida la hicimos entre bruma y niebla:
El desayuno esperaba en el barco, aunque no era muy copioso, ni muy rico, lo tomamos con gusto.
Tras el desayuno subimos a cubierta y fuimos viendo las preciosas vistas, poco a poco se fue despejando el día y nos hizo un día estupendo, con mucho calor.
Los bancales, fueron apareciendo hacia el final del recorrido, aunque los más bonitos los vimos al final, y podríamos haberlos visto sin problema desde la carretera
El recorrido terminó en el pueblo de Pinhao, el pueblo en sí no tiene mucho interés, pero sí sus vistas. Allí nos llevaron a una bodega de vino de oporto, donde nos hicieron una visita exprés en la que nos hablaron de los viñedos y la forma de riego. Finalmente nos dieron a probar uno de sus vinos (una copa a cada persona, solo una y de un solo tipo de vino), estaba sabroso, pero nos supo a poco. En seguida tuvimos que volver al autobús que nos llevó de vuelta a Oporto.
Muchos lugares de Oporto se nos quedaron en el tintero, algunas iglesias y edificios porque estaban en obras o cerrados, otros por falta de tiempo. No visitamos sus playas, ni una bodega de Vila Nova de Gaia, intentamos ir a su campo de fútlbol, el estadio do Dragao (nuestro peque se quedó con las ganas), pero sin duda, a pesar del calor, disfrutamos el viaje y todo lo que nos trajimos de Oporto fue la alegría y la música que por doquier escuchamos en sus calles. Sin duda, volveremos.
Pero, no creáis que esto es todo, además de Oporto exploramos sus alrededores, que os contamos en la siguiente entrada.
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